jueves, 27 de marzo de 2014

LA BIBLIOTECARIA G CON SU GUSANO Y SU GATO

Ya estamos terminando de conocer a los personajes del País de la Letras. 

Uno de ellos tiene mucho trabajo y, además, lo hace de tres formas distintas; pero no creáis que es porque sabe varios idiomas como la enfermera C. Es porque los diablillos de I y E, con sus travesuras, le obligan a gritar aunque le duela la garganta. Voy a presentárosla.


La bibliotecaria G, es una gran aficionada a dar largos paseos por el campo. Cuando su trabajo en la biblioteca se lo permite, sale con su educado gato. Un día de invierno que lucía el Sol, se colocó su bufanda al cuello, se enfundó su ggggorro, sujetó a su gato con un cordón y con su libro debajo del brazo salió de su casa camino del campo. Pasearon mucho rato, y, por fin, soltó al gato y se sentó en la hierba, mientras leía su libro preferido. El gato empezó a jugar con todo lo que se encontraba: hojas secas, palitos, caracoles…; a estos les empujaba como si fuesen pelotas. Por fin se puso a jugar con algo que le hacía dar vueltas y vueltas. La señorita G se reía viéndolo, aunque no sabía lo que perseguía con tanto empeño. El Sol fue escondiéndose y el gato, cansado, se sentó sin dejar de mirarse la ppunta de su cola. De pronto, ésta se encendió como una bombilla ¡Qué susto se dio la señorita G! ¡Creyó que se le había prendido fuego! El gato no se quejó, pero siguió dando vueltas y más vueltas su dueña le quitó… aquello que daba luz como una bombilla y que era nada más y nada menos que un ggggggusanito de luz o luciérnaga. El gusanito saltó otra vez de la mano de la señorita G a la cola del gato y de allí se marchó para colocarse entre los ojos. ¡Qué risa! ¡Parecía que tenía tres! Luego se puso en la boca, era como si llevara una linterna. Así, mirando los saltos del gusano no se daba cuenta de que seguía sentada y se estaba enfriando. Cuando llegó a casa, le dolía muchísimo la garganta y casi no podía hablar. Al día siguiente, la doctora T le dijo que se había enfriado tanto que no podría volver a gritar como antes. No le importó mucho porque había conocido a un nuevo amigo: el gusano de luz. Cuando iba a una fiesta se lo ponía en el pelo y nadie sabía que era aquel adorno tan precioso. 

Otro día, persiguiendo al gato, que iba con el gusano en dirección al País de los Gigantes, gritó para llamarlos y despertó al mago Catapún, que les envió su aire helado. Otra vez le dolió mucho la garganta y de nuevo la doctora le dijo que la veía muy enferma y que ya no debía gritar nunca o se pondría peor. Cuando los reyes la contrataron para que cuidase de los niños y les contase preciosas historias, pensó que no tendría problemas con la A, la U y la O, pero con la E y la I no la podrían dejar sola. Con lo traviesos que eran le harían gritar mucho y enfermaría de nuevo. Como eran muy comprensivos, el rey le dijo: - Irás sola cuando acompañes a la reina , a la princesa O y a mí. Pero cuando tengas que estar con el príncipe E o con la princesa I, yo estaré con vosotros. Me colocaré en medio leyendo el periódico y no diré nada; si van conmigo, no se atreverán a hacer travesuras y podrás hablar sin gritar.

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